Hay un sitio supuesto en la cabeza,
un sitio, un espacio,
dónde yace y descansa,
cambiante a su capricho,
mi recuerdo.
Desconozco dónde empezó,
la forma que tiene o la materia,
pero se que crece y crece,
sin poderlo yo evitar.
Se alimenta de mis oídos, de mis manos
y de mis tejidos.
De mis pies condenados a avanzar.
He aprendido a decir que son míos,
afirmo conocerlos u olvidarlos,
voy a buscarlos y los vuelvo a saborear.
Hago y esto haré, hasta que
haya vivido tanto,
que me queden más recuerdos que vida
y entonces sabré que me queda
poco tiempo que recordar.
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