Marine está extremadamente nerviosa por el día que le espera, sus manos están frías y presiona con fuerza la mandíbula. Hoy es su primer día en el colegio privado más reputado de la ciudad. Sus padres han hecho un gran esfuerzo económico para que su hija se codee con las futuras herederas de la alta sociedad y que reciba una educación estricta y distinguida.
Lleva desde las 5 de la mañana delante del armario, contemplando los vivos colores de sus vestidos y preguntándose cuál de ellos disimulará con mayor galantería su condición social.
Los pájaros del jardín le auguran que se le acaba el tiempo ya casi son las 6:30 y tiene que desayunar y peinarse. Finalmente se ha decantado por un vestidito rosa con un lazo a la altura del cuello, se recoge el pelo en una torpe coleta y se sube bien los calcetines. Baja a todo correr a la cocina dónde el olor a leche hervida y brioches calientes la relaja enormemente. Sonría a su madre, la cual está, aunque haga ver que no, más nerviosa que su hija. No cree que vaya a tener ningún problema en integrarse, su hija es preciosa y disciplinada, una buena niñita.
Marine ya está en el autobús rumbo hacia su futuro, para sus adentros piensa que todas sus reacciones y movimientos en estos primeros días determinarán si será aceptada en la altas esferas de la ciudad, si esas niñas decidían intimidarla, siempre sería Marine la tímida. Entre sus manos juega con el estuche que le regaló su abuela el fin de semana pasado, un lapicero grande de fieltro a juego con su cuaderno forrado en cuero verde.
La entrada al colegio ya resulta algo intimidante, una gran escalinata coronada por dos columnas de mármol verde y una puerta decorada con vidrieras art déco. Al lado de la puerta una señora de aspecto amable saluda a las niñas una por una según traspasan la puerta.
Llega el turno de Marine, alza la mirada hacia la digna mujer, ésta le coge la manita le mira a los ojos y le pregunta por su nombre. Sus manos son cálidas y suaves, tiernas. Su cara es redondeada y agradable y su perfume semejante al de la rosaleda de su abuela. La mujer le dice que ella se llama Miss Lambert que acuda a ella para cualquier cosa, ella posee todas las llaves y los secretos de la escuela y giñándole un ojo la despide dirigiéndola hacia el interior de la escuela. Los colores relucen, las niñas ríen y cotillean entre ellas, sus pelos brillantes y ondulados se agitan por los pasillos.
Marine nota un leve toque sobre su hombro y se da media vuelta,
una niña con pinta de ser más mayor que ella y con la falda más corta le pregunta que a qué clase va.
Marine responde que a ciencias de la naturaleza en la sala B1. La niña levanta la vista y le indica "sube al tercer piso, cuarta puerta a las derecha" Marine le da las gracias y ella se da la vuelta para reunirse con el grupo de chicas que la esperan.
Ya casi está llegando al tercer piso, sus piernas se resienten un poco y su respiración está agitada. Si quisiera podría subir 5 pisos más, el lugar es inmenso.
La madera cruje bajo sus pies y se siente extrañada porque ninguna niña ha subido hasta allí, está sola y la planta está desierta. Ve la puerta que le ha indicado aquella niña, está entreabierta y música alegre sale de su interior, son ritmos negros de los años 50's. Marine siente un poco de miedo, pero una curiosidad más fuerte. Se acerca a la puerta y asoma la cara.
En el interior una viejita baila frenéticamente, moviendo como buenamente puede todas sus extremidades y el poco cabello que le queda en la cabeza.
Martine abre la puerta un poco más y alzando el tono de voz intenta que la señora se percate de su presencia. Martine eleva la voz más y más pero la vieja parece no oír.
La niña ya no sabe que hacer y la situación le empieza a inquietar, cuando ya se dispone a darse la vuelta cerrando la puerta tras de sí, alguien la tapa la boca y le agarra fuertemente, inmovilizándola y aterrorizándola. La vieja se da la vuelta y desde el otro extremo de la habitación le advierte que le queda mucho por aprender. En esta institución no sobreviven las niñitas inocentes ¡te aplastarán! Martine solloza y forcejea para salir corriendo. Los brazos que la rodean se aflojan lo suficiente para dejarla ir y Martine deja atrás una risa tenebrosa.
Sus zapatitos de charol resbalan sobre la moqueta púrpura de las escaleras, sus dedos se aferran a la barandilla para no caer y siente que por mucho que corra nunca va a llegar a la salida del colegio.
Su pecho va a explotar y el sudor empapa su nuca, cuando sólo le quedan unas escaleras para llegar al vestíbulo cae desmayada delante del resto de sus compañeras.
Martine siente el dulce olor de su madre, abre los ojos y ve su cara sonreír. La madre, sin soltar la mano de la niña advierte a la enfermera que ya se ha despertado. Martine respira aliviada pero no puede quitarse de la cabeza lo que le ha sucedido, se apresura a narrarle a su madre lo ocurrido y comienza a llorar de nuevo. La madre le dice que será mejor ir a casa y tranquilizarse. Le preparará un baño caliente y todo habrá pasado.
A la mañana siguiente la niña se vuelve a preparar para ir a la escuela, esta vez decidida a no hablar con ninguna niña, está enfadada por la broma tan pesada de la que fue víctima y prefiere no tener amigas, a sufrir esas malas jugadas. Entra al edificio, ignorando todas las miradas y cuchicheos y se dirige directa a su clase de matemáticas en la sala 114, situada en la misma planta. Durante un segundo alza la vista y mira hacia aquel piso que ahora le da escalofríos. Quién era esa señora? quién le agarró tan fuertemente por detrás??
Se mira las muñecas y aún puede ver las marcas violáceas .
B.B.
Photo: Alba yruela