miércoles, 7 de enero de 2015

La inspiración femenina

Cuando me dijiste aquello esa noche, todo cambió para mi. Todo lo que yo concebía como conocido en ti se desplegó en mil formas abstractas. Habías matado a un hombre. La delicadeza de tus manos que siempre he adorado, se ha esfumado. Aquella manera de mirarme fijamente, ahora me incomoda, mientras que siempre he pensado que admirabas simplemente mi belleza.

En vez invadirte el miedo, el odio convirtió tus manos en armas cargadas de decisión. Le agarraste del cuello, le diste puñetazos, le humillaste y sirviéndote de una botella de cristal rota le degollaste. Todo ocurrió en unos cuantos segundos, apenas un minuto, un movimiento siguió al otro como en una danza repentina y una vez la sangre comenzó a brotar de su cuello el tiempo se paró y los olores, la respiración y la visión se sentían a flor de piel, creando placer en ti. Se que disfrutaste, es imposible que no lo hicieras. Viste lentamente a la vida abandonar un cuerpo, viste su última mirada, sentiste su calor interno sobre tu cara y tus manos.


Haber matado a alguien debe ser como perder la virginidad, sólo hay una primera vez, una para recordar siempre. Ahora te has convertido un asesino y nada lo podrá cambiar. Te veo sentado frente a mi en el sofá, con las manos dubitativas y la mirada baja.

Todavía la sangre no se ha secado sobre tu camisa. Miro a mi alrededor, un hombre que parecía tenerlo todo, éxito, dinero educación, al que creía conocer hasta el hastío. Miro todos nuestros muebles caros e incluso mi vestido de seda. Tomo conciencia de todo lo que nos pertenece y todo lo que damos por hecho que perdura para siempre, te vuelvo a mirar y tengo que intentar no esbozar una sonrisa y recordar la de veces que he pensado que eras un cobarde. Me encuentro dividida entre un sentimiento de admiración y otro de rechazo, huelo tu sudor desde aquí y el silencio reina la casa. Algo me excita y me recorre todo el cuerpo. Ahora tengo el poder sobre ti. Tanto años a tu sombra, la mujer ideal que acompaña al pintor del momento. Quizá sea el momento de pintar mi obra maestra y esparcir tu sangre sobre el lienzo del crimen. Podría coger nuestra pistola llevarte con algún pretexto al estudio donde yace aún el cuerpo del intruso desangrándose y volarte los sesos contra uno de esos cuadros inacabados, posando finalmente la pistola sobre la mano del ladrón. Sería nuestra obra conjunta. Nuestra obra final y por la que yo me llevaría toda la fama esta vez.

Estas callado y yo también, ambos absortos en nuestros pensamientos.

Tengo que tomar una decisión ahora, lo más rápido posible, te mato y me quedo con todo lo tuyo alegando que ni siquiera había llegado a casa o te consuelo y te abrazo asegurándote que tu carrera no se hundirá a pesar de los juicios, el dinero y los años que te esperan en la cárcel. Aguanto tu ego una vez más, te reafirmo una vez más, te doy confianza y escucho tus quejidos. Por primera vez en años hoy te he visto atractivo de nuevo, te hubiera abrazado con fuerza y te hubiera besado con pasión impregnándonos a los dos con la sangre de aquel desconocido, te hubiera empujado contra el sofá para que me hicieras el amor.

Rompiendo el silencio, te pido que bajes conmigo al estudio para enseñarme el cuerpo. Tu asientes y esperas con calma mientras voy a coger mi abrigo.


B.B.